Un bebé nace conectado a su capacidad de gozo, disfruta de ser alimentado, de los cuidados, llora cuando se siente displaciente. Al comenzar a moverse por sí mismo va hacia lo que le gusta y se aleja de lo que ya no tiene interés para él.
Conforme vamos creciendo esta brújula de ir hacia lo gozoso, se ha ido empañando con los deberías de la sociedad y la necesidad de aprobación externa.
En muchas ocasiones cuando fuimos niños/as tuvimos que adaptarnos al ambiente exterior de la familia, de los iguales para ser aceptado y querido.
En la infancia no puedes permitirte no ser cuidado y querido en tu ambiente, es vital para el niño/a. Por ello aprendimos a alejarnos de nuestra verdad, y de nuestra conexión con el gozo y de la necesidad de sentirnos a gusto con nosotros .
Posponer lo que nos gusta, lo gozoso por ser amados en el futuro es un hábito donde una y otra vez nos abandonamos para ser reconocidos por los ojos del otro/a y dejamos de amarnos a nosotros mismos por la mirada externa.
Es un hábito que afecta a nuestra vitalidad y a la actitud de estar en la vida: nutridos y radiantes o desnutridos y carentes.
Estos viejos hábitos solo requieren de nuestra presencia y observación, de mirar una y otra vez que es lo que te mantiene disfrutando momento a momento, como me relaciono con lo gozoso en el día a día, en mi trabajo, como me alimento, en el caminar, en mi forma de relacionarme y de hacer el amor.
¿Qué necesitas para hoy estar más gozoso contigo, allí donde estés?
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