Hay una gran diferencia entre usar nuestro cuerpo y habitar nuestro cuerpo. Es posible que te des cuenta que la mayor parte del tiempo usas tu cuerpo para trabajar, hacer deporte, excitarte, etc…. y que al cabo del día no son muchos los momentos en que disfrutas del placer que es estar en tu cuerpo cuando abrazas, cuando comes, cuando haces el amor involucrando a toda tu corporalidad.
El contacto es una cualidad fundamentalmente mamífera, humana. Conectar con los demás es uno de los mayores placeres y necesidades que tenemos.
En los últimos tiempos ha sido muy limitado y hemos podido ver el detrimento que el aislamiento trae a nuestra salud.
Una de las dificultades que tenemos es que el contacto con otra persona se ha sexualizado y ya no nos damos permiso a conectar con los demás sin la presión de que haya algo más, a veces incluso es posible que te hayas visto forzándote a que haya algo más.
Te cuesta distinguir qué quieres y cómo lo quieres, cuando te relacionas con cercanía y sobre todo, pedirlo.
Se debe a que la mayoría en nuestra infancia, nos ha faltado un contacto piel con piel, cercano, presente… y ese anhelo sigue intacto.
Cuando nos encontramos con una posibilidad, a este anhelo le cuesta distinguir qué le viene bien en este momento y qué no. Hay una regresión a esa infancia en la que no podías pedir lo que querías o evitar ciertos contactos.
Si eres pasional te zambulles en este contacto asumiendo quizás momentos no tan agradables y si eres introvertido prefieres no arriesgarte, no te vaya a pasar como aquella vez.
Mi invitación en los talleres que imparto, es una investigación para que retomes el contacto en primer lugar contigo, con tu cuerpo, con el placer de sentirte, de estar para ti. Esto te aporta una firmeza y una determinación a compartir desde el gozo, sin sacrificios. Desde ahí tienes tu propia autoridad, para compartir con los demás desde lo que necesitas en cada momento y comunicar en tus encuentros para que sean placenteros, nutridores, reales y generen confianza en tus relaciones.
Con amor, Pushya.
Imagen: Alexander Krivitskiy
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