Bella, ¿Cómo has vivido el día de la madre ?
Ayer pensaba cómo este día nos puede tocar de forma tan distinta a cada una.
Si eres mamá y es un día en que te sientes celebrada.
Si quieres ser madre y te pone triste no ser una de ellas.
Si estás en un proceso arduo con tu propia mamá y te cuesta estar tan celebrativa como nos venden.
Si estás comenzando a honrar a tú mama quizás este día te ayuda.
O si nunca has querido ser madre y te sientes fuera de la fiesta.
Todas las mujeres en nuestro ciclo menstrual pasamos por el arquetipo de la madre justo después de la ovulación. La capacidad de sostener en nosotras se expresa de múltiples formas: gestamos proyectos, alimentamos relaciones y acunamos sentimientos.
Te cuento mi día, al principio fue un día extraño, no me sentía a fin a la celebración como “ debería”.
A lo largo del día fui entendiendo qué me pasaba, este año yo estaba en relación con la sombra de mi madre y claro, no me calzaba la idea de mamá eres la bondad del mundo.
Tengo una relación muy bonita con ella y a la vez este confinamiento me está llevando a entrar profundo en una herida, en un espacio donde no me sentí defendida o protegida como hija. Ha sido doloroso verlo y a la vez me ha traído una profunda comprensión de cómo se arma mi coraza en las relaciones. ¡Gran regalo!
Este Día de la Madre, claro que le agradezco a mi mamá, empezando por la vida, su mayor generosidad. Y también veo su sombra que me tocó y a día de hoy esa herida me sigue interrumpiendo en mis relaciones.
Ver su sombra me ha ayudado a sentir mi dolor, validarlo y comprenderme en mi dificultad con más ternura.
Sentir ese dolor, es el paso imprescindible.
Sentirlo libera de la reacción infantil de rebeldía, enfado o reproche, sentirlo es hacerse cargo de él y dejar de esperar que mamá lo entienda, sentirlo hace que se trasforme en amor y ayuda a aceptar el pasado. Y trae relajación a quien una es.
Mirar a mamá solo con sus luces nos quita fuerza, encalla en la niña buena que es capaz de abandonarse por el amor de mamá, por su reconocimiento y su incondicionalidad.
Impide mirar la propia sombra y esas actitudes negativas e interiorizadas de mama: siendo sutilmente violentas con nosotras mismas al no protegernos, validarnos, sabotearnos o cuidarnos cuando lo necesitamos.
Es indispensable validar lo que no estuvo correcto no para vengarse de ella, si no para tomar la fuerza de amarte con el dolor y una mirada tierna hacia la mujer que eres ahora.
Del mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre” o la idea de la niña que amaba y admiraba a su madre.
A la adulta que distingue cuando hay amor y lo puede expresar en la relación y cuando es necesario poner un límite y un espacio. Permitiendo ambos movimientos sin quedar hierática en uno de ellos.
Nuestras madres son personas reales, supermujeres de su época claro está y que metieron la pata también. Asumir esta imperfección quizás nos acerca a ser menos exigentes con nosotras mismas como hijas, como mujeres, como madres.
De la ilusión a la realidad y a amarte tal como eres hoy.
A mí me permite una relación más real y madura con mi mamá, donde me amo y la amo desde la adulta que soy hoy.
Donde además seguir contando con la experiencia de mi madre. Voy haciéndome mi propio maternaje: creciendo en mi madre interna, esa parte que me cuida, me protege y me acuna en mi dolor o soledad. Que valida lo que necesito y que no me expone a dinámicas insanas.
Bella, espero que este íntimo compartir te acompañe en tu experiencia.
Si te apetece cuéntame de ti, te leo con mucho gusto.
Con amor y hermandad: Pushya Alfonso
Foto: Guille Pozzi